Las eternas sentadas
en la nube rojiza,
con el jazz construyendo
una bomba nuclear en mis oídos.
Las miradas pequeñas
y las vocecitas fugaces.
Las enseñanzas por montón,
y las tazas de té reconfortantes.
Budismo anárquico
y calzoncillos sucios.
Meditación pausada
y eyaculación precoz.
Extremos enfermos
con vagabundos apuntando al exitista.
Ermitaños, con fórmulas concursables,
ligados a mantener
el hilo quieto.
Hundidos en la ira del embustero.
Ahogados en la pena del residente.
Convocando a un centenar
de hombres miserables,
con sus sueldos miserables,
y sus vidas miserables.
Insertos a satisfacer el bien común
y a alimentar de la boca
al ruin y vil
fracaso.
Marcas y un legado,
satisfacción momentánea.
Felicidad interna,
regalo divino.
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