lunes, 26 de marzo de 2012

Feo


 Y así fui perdiendo la confianza
nunca volví a ver nada más de ti
desapareciste, ni un llamado, ni una sombra de tu delgado cuerpo.

 Jamás olvidaré cuando nos escondíamos atrás de los grandes ventanales y saltábamos en veloz estampida frente al enemigo.
Nunca dejaré de acordarme que nos encantaba adivinar que diría el otro y lo mejor de todo, es que siempre pensábamos lo mismo.
Yo escapé, claro, no quería volver a la misma mierda donde estay metido, ni ahí po huevón. Crecí al parecer, me hice mah vioh y arranqué apenas vi que abrieron la puerta.
En cambio tú saco huea, te quedaste en la penumbra. Con todos esos idiotas que no hicieron más que enjuagarte los sesos de cursilerías y clichés idiotas.
¿Dónde quedó el macho recio?
¿Dónde está aquel que fatigó hasta la última gota de mi mayor vergüenza?
¿Dónde estay po culiao'?, ¿desapareciste?
sí, está bien, pero eso ya lo sé.

 Y yo, ¿qué?, destrozaste mi amor hacia ti. Aquel que yo volvía a reconstruir cada vez que nos veíamos desde la distancia.
Y tu, ¿qué?, no hiciste nada, mientras yo hacía tan poco y a la vez hacía todo.
Entonces, ¿dónde chucha te fondeaste?, ¿qué hay del antiguo espécimen que conocí?, ¿todavía comes como el hoyo y puteas al que se te cruza por adelante? ah, ¿o acaso te limpiai la boquita con servilletita de tantas mentiras que has vomitado?


 Te esperé pajarón y nunca te diste cuenta. Voh Paveaste, pero yo no, yo arranqué del nido compadre, formé un nuevo techo y me acomodé tranquilito en él; Hasta gozo en él y hasta lloro en él, y sí, muchas veces lloro por voh, y no es porque te tenga pena, sino porque te extraño.
Mira hueoncito, pesca la primera botella que encontrís en la orilla de la playa y métetela por la raja. ¿Cómo se siente que te metan por el poto un montón de recuerdos?

 Cuando lo haga compadre, no olvide en llamarme, de verdad, llámeme, si se sabe el número de memoria, no se haga el huevón; ya que le contaré que dentro de la botella que usted se encontró en la playa y luego se la introdujo por el ano, simplemente decía algo como esto:

 "¿Dónde quedaron los proyectos juntos viejo perro?, ¿en qué basurero arrojaste los sueños que tenía?, porfa, dime, pa' ir corriendo y sacarlos de una sola tirá.
y así, así así así.... así fui perdiendo la confianza, nunca más supe de ti, nunca más supe donde mierda saber de ti, nunca, nunca pero nunca, nunca más serás mi amigo".

miércoles, 21 de marzo de 2012

Escrirtols


- Me robé una idea y ahora es mía que felicidad tengo, estoy vació día a día.

- Moriste y creciste, te desarrollaste como humano, envejeciste y naciste.

- Llorar es de hombre, reírse es de extraterrestre.

- Mil ventanas abiertas al atardecer, tengo una vida nueva, vomité en la cara del propio infame, de la basura hecho hombre, del progenitor antes que del antecesor, vomité en vano, vomité en mi propia cara configurada de mentiras.

- ¡Yo!.- dijo el hombre antes de irse a acostar, Yo sé la verdad, ¿cuál será?.- Fácil, nadie dice la verdad.

- Me devoro las ideas y cago unos inmensos textos, cuando estoy enfermo de la mente, me siento en el trono y puta que me salen chorreadas las cagadas. Cuando no estoy enfermo no me pasa ni una huevada. Entonces, ¿siempre estoy enfermo?

- Raúl y su escapatoria a lo normal. Ahí estaba parado riéndose, ¿riéndose?, sí, lo estaba. Era raro verlo feliz, ¿pero quién dicta de qué cuándo te ríes tienes que estar feliz?
Raúl y su regreso a lo extraño. Le encantaba estar sentado llorando, ¿llorando?, si, lo estaba. Era la raja verlo triste, ¿pero quién dicta de qué cuándo llorar tienes que estar triste?. Viste, viste... si la hueá no anda na' al lote.

martes, 20 de marzo de 2012

Bocanadas


- ¿Qué tal tú día?

- Nada raro po, fue un día nada más.

- Ah, estay simpático...

- No.

Vómito 1:

 Entrelazadas con melancolía las putrefactas mentes de las personas que apagan la alarma en las mañanas. De repente, una idea perdida se me acercó y rápidamente se escondió detrás de mi.- Tápame po, no seai mula - me susurro - no veís que no es tan fácil la vida de una idea en el mundo.- Ya, tranqui, quédate atrás mío nomás, si algún día te ocupo, no dudís en decírmelo, hay derecho a reclamo, relax.

 Se inició el partido y la guerra de los cuerpos se vuelve la odisea más grande que he visto pasar por mis ojos - SE INICIA EL CIERRE DE MENTES - porque está claro que leer las increíbles historias donde relatan como los idiotas se disparan con sus armas, no son nada más que la imitación a la realidad. "Oye huevón, entiende, si de esto se trata la vida, ¿voh' creís que la sufrí en donde vivís?, pa' na hermano, todo eso es mierda, pura mierda".- Así me dijo el loco que después supe que se tiro al metro. Pucha igual me da lata, pero acá en Santiago cada uno va por su lado, tu cachai po, no hay momento para mirar para al lado, es como una carrera de caballos. Puta que me gusta ir al Club Hípico.
Me subí al metro y el olor putrefacto que salía de los sobacos de todos, formaba una atmósfera inhumana y difícil de descifrar, era un movimiento ondulado y desaforado que iba girando a través de las pálidas narices de cada uno de los robóticos sistemas de la estructura más perfecta que los aliens hayan visto. Moví la pierna para acomodar mi mochila y un peíto sutil se arrancó riéndose de mi trasero.- "Oye huevón, vuelve po, vuelve", no volvió, era obvio, los peos nunca vuelven. No importa, total, siempre tendremos más, siempre tendremos más razones para subirnos a un metro y tirarnos un peo. A mi no me importa adonde llegar ni nada de eso, de hecho, una vez me fui a la chucha y me bajé en una estación que era tan inexistente que ni siquiera me acuerdo como era... Ah sí, me acuerdo que era tan invisible aquella estación que me desperté y me lavé la cara para no verla más. Me aburrí no cuento ni una hueá más.

 Como decía, nunca pararé de contar la increíble anécdota que me sucedió....
Mientras estaba en el infierno mismo llamado mundo, un carrito pequeño llamado metro, me dejo la embarrada en mi mente llamada, mente.
El sudor de las personas se escapaba fluidamente por sus poros, los roces de las inanimadas pieles se fueron aumentando en velocidad luz, los calchunchos de seguro ya estaban sudados y lo mejor de todo era ser más grande que todos y mirar hacia abajo, me los imaginaba a todos en pelota, todos en la forma más barata de participar en una gran orgía de categoría sauna. Me encantaba como podía verle los pechos de las mujeres chocando con los codos de los hombres, todos se pegaban, todos se dejaban moretones gigantescos y nadie reclamaba nada, me parece que a todos les encantaba el dolor, les encantaba sufrir y luego llegar a la casa y preguntarse:

- ¿Cómo sucedió esto?

 Me pasé dos estaciones conchetumadre, de puro andar pensando, me gusta pensar pero puta que soy huevón, jetón, agilado, hueveta, tonto. Claro, si tu no podís pensar aquí en Santiago po, se me había olvidado, se me había olvidado que somos maquinas, M A Q U I N A S, roboticas, stereopaleufeúticas, sin razón de pensar nos ponemos a pensar y nos perdemos, ahí pensamos de repente y nos damos cuenta que pensar es un pensamiento tan huevón que nos aburrimos. Me perdí, así de simple, igual fue rico andar en metro y toda la cagá.

 La micro es como un barco, búscale la quinta pata al gato.

domingo, 11 de marzo de 2012

Animal Capitalino


 En las noticias de medianoche en el canal nacional, mostraban como una nueva familia recibía un chicharrón gigante por ayudar en la campaña política del nuevo presidente, se les notaba felices y agradecidos, se les notaba contentos. Todo esto estaba situado en una casa grande con una estantería que sostenía en ella una montonera de trofeos y premios deportivos.- “Primera vez que recibimos un premio como este, nos honra demasiado y mucho más si es de nuestro presidente”.- fueron algunas de las palabras que dijo Don Eusebio al recibir el presente, también dijo que pensaba en algún momento comérselo pero que por el momento solo iba estar ahí en la estantería, brillando a todo color. Así era la gente en Santiago, agradecida, en especial con premios de ese tipo.

 Entre selvas de cementos y junglas con los cerebros desvanecidos, un Raúl avanza con los pies pegados al piso, sin soltar ni por si acaso un poco de su propio orgullo. ¿Acabará con su vida este muchacho de camisa y corbata?, nadie lo puede ver, está entre la multitud y pasa totalmente desapercibido, ¿cobrará vida su propia idea de renacer después del secreto mismo?, "nadie lo puede ver" se repite en cada rincón, todos pegados contra la pared mirando como la lluvia fría de los ventiladores cae como resina tóxica sobre sus cabezas. Como un rayo de luz va el joven Raúl, con su mano derecha en el bolsillo y una maleta en la mano izquierda. Saca el boleto del Metro y un abuelo que vestía un azulado abrigo lo mira asustado a través de su único ojo bueno, el izquierdo.

 Raúl voltea la cabeza y la hace girar completamente, toma el chicle que tenía en su boca y lo introduce dentro de su nariz, menea un poco los brazos y arranca de su cerebro una pizca de su propio ingenio, ¿cómo puede ser el enorme proyecto de vida que tenemos?, ¿tenemos un proyecto de vida?, ¿lo tienes?. Raúl no tenía nada, estaba viviendo cerca del Barrio Brasil hace unos 3 meses, por ahí donde cerca está un quiosco bien de los normales, porque sí, Raúl amaba lo normal, veía cada mañana salir a los pequeños humanoides que avecindaban el lugar, tomaba una Aspirina y daba vueltas en su casa unas 10 veces, amaba hacerlo, por los fines de semana le encantaba sacudirse justo a las 7 en punto de la mañana y volverse a acostar, dormía con los ojos abiertos, lo malo de todo esto es que siempre al despertarse debía insertar una prolongada lágrima de gotitas dentro de sus ojos, estos lloraban pero no de pena, lloraban de felicidad, de descontrol, de rebeldía. Así se sentía Raúl Ramírez desde que escapó de su casa por la mañana, arregló sus cosas la noche anterior y con un "camote" de los buenos, reventó el ventanal que a todo lujo tapizaba la pieza de sus padres. Estos al ver que su hijo escapaba salieron rápidamente a detenerlo, ambos vestían batas de colores extravagantes y a la madre de Raúl una pechuguita media arrugada se le escapaba a ratos. Raúl les levantó el dedo del medio y avanzó a paso rápido hasta el paradero de micros, jamás se le volvió a ver por el vecindario, él iba justo en busca de su destino, de su propio vecindario. Doña Rosita Astaburuaga, vecina de los Ramírez, le contaba a medio mundo que Raúl se había escapado de su casa, nadie lo podía creer y obviamente el rumor llegó en veloz ráfaga a la mansión Ramírez (porque de mansión tenía mucho y de cuchitril tenía poco). Pegó fuerte en la cabeza del padre, la vergüenza para ellos era enorme, tanto así que cayó en una depresión terrible que ni su esposa podría curar.
Ambos desconsolados se dedicaron a ver películas tardes enteras sentados en el sofá, cancelaron todo tipo de cenas formales y se volvieron unos despreocupados ante todo. El pasto crecía y crecía tanto que ya ni se podían ver las ventanas de la casa, todo se volvió un pequeño árbol ambulante donde ya no participaba Raúl, donde ya se había escapado y no tenía planes de volver a podar la maleza encrucijada.
"No se olviden de las 10 en punto comadrejas" gritaba a toda bulla fuera de la casa de Raúl, este se levantaba a las 9:58 y veía en pelotas como el espray negro adornaba su frontis. Que rico, un nuevo día para mentir.- se decía así mismo Raúl cada mañana, se duchaba con agua caliente y tomaba el té solo con dos cucharaditas de azúcar. Le gustaba caminar al closet en puntillas y tomar con lentitud el mismo traje negro que vestía todos los días, menos el Domingo obviamente, ese día ocupaba una brillante polera verde que decía en blanco, "I cant talk with myself".

 Raúl salía de su casa a eso de las 12 p.m. Se transportaba a su trabajo, La Moneda. Él siempre llegaba a la misma interrogante mientras esperaba y esperaba el metro en el Andén, "¿y si me tiro al metro?, ¿qué sucedería?", le apasionaba tanto hacerse preguntas que nadie se las hacía, en realidad puede haber muchas personas que lo hayan pensado pero a Raúl no le importaba eso, para él la interrogante era de su propiedad y todos los demás, solo habían copiado la gran pregunta de su vida.

 Tomemos un descanso. ¿Han visto que siempre la gente se queda dormida en el metro?, ¿han notado que todos cabecean alguna vez?, ¿se han dado cuenta de que muy pocos le dan el asiento a las personas mayores o con alguna discapacidad?, ¿alguna vez han visto las caras de desesperación de las personas cuando corren hacia el vagón y no alcanzan a llegar?, ¿Se han fijado como pasamos millones de horas al año arriba del metro y nunca nos damos la paja de por lo menos saludar a la persona que casualmente está al lado?. Eso era lo que tanto amaba de Santiago el Joven Raúl Ramírez, sabía que todos los días podía ver a alguien distinto, podía analizar cada uno de sus rasgos y podía estudiarlos con atención cada vez que quería, para él este era el paraíso, no necesitaba nada más, no necesitaba ni su propia ausencia, no necesitaba estar triste, sabía que podía tenerlo todo mientras estaba en la capital y mucho más si estaba arriba de un vagón de metro, aquel que accedías con solo superar la gran barrera de “un metro para la muerte”, y eso es lo importante, eso es lo relevante.

 Aquel día había dejado por olvido su tarjeta en casa y sólo podía viajar con un puto boleto de metro. Raúl no gustaba de los boletos, pero por viajar a través del metro, él hacía cualquier cosa. Lo pude ver como llegaba relajadamente hacia el andén detrás de un tipo con una gran túnica negra, se le notaba que andaba con él, lo raro es que no se hablaban, claro, eso era lo raro en exactitud.
Puso sus pies encima de la línea amarilla y observó como las demás personas saboreaban con tantas ganas las mentiras impregnadas en las paredes de la estación, el abuelo del ojo estaba a un lado de él y el tipo de túnica negra se había posesionado en la escalera donde aparecía por escrito “Salida”. Raúl volvió a su pregunta diaria y dio un paso mucho más allá de la línea amarilla, se sentía de lejos como él podía agitarse con el calor que provenía desde la pista del tren, de hecho se apreciaban muy bien las gotitas que adornaban su cara, caminaban con tranquilidad y danzaban desde una mejilla a otra, todo se volvía extraño, todo se volvía confuso, el metro estaba por llegar a la estación y Raúl Ramírez había decidido balancearse en la esquina del andén, miraba hacia abajo y observaba como los circuitos eléctricos lo observaban llenos de hambre y devoción, “Vamos Animal Capitalino, da el paso hacia la seguridad total, hacia el oscuro intelecto, hacia el fuego en tus venas”.- Ramírez tragó un poco de saliva y cerró los ojos, soltó la maleta que sostenía en sus manos y desabrochó un poco la corbata de su cuello, se sentía tan único, especial, eso es, especial, por primera vez en su cómoda vida sentía que estaba siendo especial, útil al mundo, tan útil como una bomba entre ratones y payasos, tan fuerte como un búho sobre una rama, tan importante como el mar en este mundo. Sonrió con dulzura y ya estaba dispuesto a arrojar su cuerpo entero, el metro venía cada vez más cerca y de un momento a otro pasó con tanta velocidad por la estación que ni siquiera los grandes ojos de Raúl pudieron verlo, se sintió rechazado y sumamente decepcionado, se sentía como cuando pasas por una estación donde no paras y no puedes ver más de 10 segundos a una mujer hermosa que camina por el andén, todo era triste para Raúl, no había podido aflojar su cuerpo y para más remate, había sido golpeado por el tren y había caído con dureza sobre el piso. La gente estaba enloquecida y todos estaban reunidos en el mismo lugar mirando hacia la pista. Un joven de 23 años se había lanzado justo cuando pasó el tren y ahora entre los metales descansaba solo su terno negro y su corbata del mismo color, Raúl se levantó a mirar y lo único que pudo ver fue un chicharrón dando vueltas por la pista del metro, su cara palideció y quedó totalmente estupefacto ante el evento recién sucedido. Tomó su maleta y ajustó su corbata, tragó nuevamente un sorbo de saliva y miró hacía la escalera de salida, el hombre de túnica negra ya no estaba y la gente que observaba también se había esfumado, corrió escaleras arriba y logró ver la luz, se sacó la transpiración de la frente y se sumó al hueonaje que caminaba por la calle, se sentía uno más, se sentía animado, sacó el chicle de su nariz y lo botó en un basurero, peinó su cabellera café y caminó con rapidez evadiendo a cada personaje que se le cruzaba por el frente. Sacó su celular y se fue directo a la mensajería, colocó “Enviar a” y escribió con las manos torcidas algo como esto: "Menos ahora que estoy solo contra el mundo, sosteniéndome a mi mismo desde mis patas, mirándome desde abajo y recibiendo solo sonrisas de un Raúl que temporalmente se encuentra en un buen estado anímico, esperando bajo el tiempo el abrazo más apretado de todos, el abrazo más real”.- Apretó la opción “Enviar” y guardó su celular en el bolsillo, ahí fue justo cuando se me perdió de vista y observé como siempre las mismas manchas negras sobre el asfalto de la ciudad, que lata, guardé mis binoculares y encendí un cigarro, corría fuerte el viento aquel mediodía, estaba todo entre comillas, hasta la torre Entel estaba entre comillas, era raro, era sombrío y poco atractivo. Caminé del balcón a mi cama y me tiré a ver como las esquinas estaban sucias y a la vez oxidadas de tanto rencor, sonó mi celu y revisé al instante que podía ser, era un mensaje de un desconocido, tiré a la mierda el celular y me dispuse a dormir la mejor siesta de mi vida, estaba chato de que me llegaran promociones de imbéciles oportunistas.

 No leí en realidad que decía el mensaje, solo aprecié que lo firmaba un tal Animal Capitalino, un muñeco más de esta sociedad muerta.- me dije.- un muñeco más de esta sociedad aburrida y escandalizada, lo mejor era recostarse a dormir, olvidando de esta forma, cada susurro que provenía de los trenes, cada alarido momentáneo detrás de millones que iban a lo mismo, iban a estar un metro para su propia muerte.