viernes, 28 de septiembre de 2012

Somos únicos

La venganza
del
ser humano
            es el grito eclíptico
del no futuro.

Progresar es un sueño inalcanzable.

                                       Imposible.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Ema

 Y era una día de mierda... pero estaba con los muchachos. No los había visto hace un montón de tiempo y ya necesitaba tomarme una cerveza con ellos.
 Habíamos estado fumando marihuana con el Gustavo toda la tarde. Ahí, en la casa de un amigo de él, donde estaban todos sus compañeros de trabajo y entre ellos la conocida Ema. Una muchachita que tenía un pelo largo lleno de rulos, un buen trasero y una piel más blanca que una hoja de papel. 
 El ambiente era tan estúpido porque uno se da cuenta de inmediato cuando te tratan de hacer "gancho" con alguna chiquilla, te dejan sentado con ella o se van de la nada o qué sé yo. Es tan estúpido. No tiene estilo. 
Está bien, yo estaba colocado/drogado y volando en las nubes, pero me daba cuenta de todo lo que estaba sucediendo. Gustavo, eres un baboso. Tus técnicas siempre son un poco así, fáciles de darse cuenta. Todo estaba confabulado y yo no me lo compraba para nada. En fin, la Ema se me acerca (inserta en todo el ambiente de mierda donde todos están mirando esperando que crucemos alguna palabra) y me habla de inmediato. Me dice:

- Así que te gusta Joy Division. Buen gusto.
- Hahaha, sí, son buenos. Hubo un tiempo en que estuve bien rayado con ellos pero ahora estoy más piola, tratando de escuchar de todo - le dije.
- Ah, bacán. ¿Y cuándo llegaste a la ciudad?
- Ayer en la noche, como a las 11.
(La conversación era una mierda, puras banalidades y yo me sentía un poco incómodo. ¿Qué es eso de hablarle a alguien que no conoces así de rápido, o yo soy muy amargado y me cuesta esto de relacionarme con personas?)

 La Ema se ausenta por unos segundos y cuando regresa trae en sus manos una cerveza para mí y para ella. Se puso buena la cosa. Era rica la mina. 
 En tanto, Gustavo nos seguía mirando y se reía solo, no sé de qué, pero se reía solo. Ahora no entendía mucho. Siempre que estaba drogado no era muy buena idea mirar a Gustavo. Hay algo en su cara que me produce terror. Quizás son sus cejas. No sé la verdad. 
 Sigo con lo de la Ema. Volvemos al diálogo:

- ¿Y qué tal el trabajo en la capital? - me dice ella y no sé porqué sabe eso de mí.
- Bien. Cansador pero bien. Me pidan que escriba todo el día para esta revista literaria nueva que salió y muchas veces no lo hago de muy buen humor. La verdad es que me cagó en la ondita "literata" y todo su mundo de intelectuales humanistas. Igual recibo buenas lucas con la pega, lo que es raro ya que a nadie le interesa saber que mierda está pasando en tu mente. Menos si están relacionado con las letras y todo esa lata.
- Ah sí, tienes razón. 
 Y ahí quedó la conversación, no sé de que hablarle a las minas. SON TAN RARAS. Los hombres somos más imbéciles y por eso se nos hace más fácil. Ya recuerdo aquella vez que conocí al amigo de un amigo mientras almorzábamos en su casa y a los quince minutos ya era mi partner, habíamos conversado de todo, sentía que lo amaba; de hecho esa vez me desnudé al frente de él y me puse a bailar molestándolo mientras trataba de no atorarse comiendo papas cocidas. Fue un buen día ese.

 Lo importante de esta historia fue lo que sucedió en la noche de aquel día, cuando estaba con los mismos sujetos pero ahora en otra casa. En la casa de un tal Francisco que lo único que hacía siempre era repetir palabras como "loco" o "bueeena", manteniendo siempre una voz relajada y calma, tan así que jamás lograría asustar ni presionar a nadie.
 Gustavo había comprado un botellón de vino para los dos y los demás habían traído cervezas y mucha pero mucha marihuana, de todas las razas, de todos los colores, de todos los olores. Disponibles para que las embutiéramos en pipas y las fumáramos hasta alcanzar las estrellas. Y así fue, todos estábamos flotando en un momento. Yo lo vi, soy consciente de eso. Vi como el Roberto estaba flotando por arriba de unas sillas y mientras lo hacía me sonreía y movía la cabeza así como tratando de arreglarse el pelo. De fondo sonaba Radio Moscow. "Hold On Me". Buen tema. Yo estaba neutralizado, pegado al asiento y disfrutando del botellón como si fuera sólo mío. De repente la Ema llegó a mi lado y me habló algo que no entendí, yo le decía que sí, que obvio, que tenía toda la razón. Se levantó de la nada y se fue a buscar algo que no cachaba que era, pero que brillaba mucho. Le miro la raja. Vuelve a mi lado y me pesca la botella. La miro, no entiendo nada y me sirve el vino en un vaso plástico que tenía millones de colores. Se me pegó a la pierna y me la apretó, luego me habló muy pegado a la oreja y me dijo que tomara el vaso y me lo tomara al seco. Que buenas mujeres son esas que te sirven el copete. Esas son las verdaderas mujeres, las que te ven borracho y que en vez de detenerte te dan más, porque uno siempre quiere más y más. Cualquier hombre puede decir lo mismo.

 De un momento a otro todos los presentes estábamos encerrados en la pieza del dueño de casa con la luz apagada y con el bong del Eusebio - que de repente también estaba - fumando como descontrolados. Ahora sonaba Led Zeppelin. Todos pegados escuchando. Yo no soporté más, la cabeza me iba a estallar. Me sentía feliz. Me sentía pleno. Pero me tuve que tirar a la cama de espaldas y disfrutar un poco en tranquilidad. Todo iba perfecto. Mi mente estaba con la imagen de un Jimmy Page joven y calmo. Moviéndose con hermosura por todo un escenario lleno de luces psicodélicas y mujeres desnudas. De repente a mi lado siento dos cuerpos. El de la Ema y el del dueño de la casa. El Francisco. La Ema se tiró junto a mí y comenzó a moverse lentamente de un lado a otro. Abrí los ojos y la vi mirando al cielo riéndose de la nada. Yo también me reí y le dije algo que yo estaba en tan bajo volumen que de seguro no lo escucho. Ella se dio la vuelta y me quedó mirando. Me besó y se puso a reír. Tomó un trago de vino y siguió en su trance. Por otro lado, Francisco se había quedado pegado al lado mío sin hacer nada. Sólo riendo. Que pacífico se sentía todo. Pero algo atormentaba mi cabeza. La vergüenza. Pensé que a la hora de mirar a los demás de la pieza nos iban a estar mirando extrañados y burlándose, pero no fue así, todos estaban en la misma. Eusebio, Gustavo, Cristián, Margarita, Roberto, etcétera etcétera etcétera. Todos ellos y muchos más estaban en la misma. Tirados en el piso y riendo. Disfrutando de la voz de Plant. Drogados y ebrios. Sabiendo que la vida era lo que sucedía en ese preciso momento. Sus cuerpos brillaban alocados y los ojos de cada uno de ellos se habían perdido entre las nubes y las constelaciones y todas esas cosas que no sé explicar. Por otro lado, Ema y yo teníamos lo nuestro. Nos estábamos besando y pasándola bien. Subiendo de tono cada vez más. Por eso mismo es que la llevé a mi casa, la volví a besar, la desnudé y la tiré a mi cama. Al Eusebio me lo tuve que llevar a mi casa también, pero a él lo tiré en el sillón. Yo había tenido una buena noche y él no. Alguna vez pasará lo mismo pero al revés, quien sabe.

 Ema y yo ya estábamos desnudos. Ella se había tapado bien bajo mis sábanas y yo me había acurrucado a su lado mientras le besaba los pezones. Eran rosados y perfectos. Bonitos. Creo que se lo dije, no me acuerdo en realidad. Ella comenzó a masturbarme. Empezó haciéndolo suave pero terminó haciéndolo como si fuera la masturbadora número 1 de todo el puto mundo. Al rato ya lo estábamos haciendo. No me gustaban mucho las previas, después uno está tan caliente que acabar se te hace fácil y quedas en vergüenza frente a tu acompañante. O quizá me ha pasado sólo a mí. En fin. Ema era una mujer exquisita, tenía todo bien puesto y además era entretenida. Era divertido hacerlo con ella. Era entregada y le gustaba experimentar. Siempre hay mujeres que se hacen las cartuchas y al final su sexo es una mierda. Ema no era así, sabía lo que hacía y ambos nos complementábamos. Tanto así que en un momento nos detuvimos y ella estando arriba mía, comenzó a hablarme sobre todo lo que había pasado (No recuerdo muy bien lo que me dijo, sé que era serio, pero no lo recuerdo. Pero lo que sí recuerdo es lo que contaré ahora) y se detuvo en algo que me llamó la atención particularmente. Me dijo:

- Leí tu página de internet donde subes tus cuentos y poemas y me gustó mucho mucho. 
- ¿Tu crees? - le respondí.
- Sí - me dijo - tienes un estilo especial. Me gusta que hables del sexo con las mujeres. Que hables del alcohol, de las drogas, qué sé yo, de todo eso que le gustan a los hombres. Saber tu visión sobre nosotras las mujeres es interesante... Te pareces mucho a Bukowski. ¿Lo conoces?
- No tengo idea quien es, pero debe ser bueno - le mentí.
- Te gustará, sé que sí.
 Se acomodó mejor arriba mío y comenzó a besar mi boca, mi cuello y los lóbulos de mis orejas. Yo la agarré, le mordí las tetas y le besé con suavidad los pezones. Un repentino ataque de contrastes perfecto para la ocasión invadía su cuerpo entero y la hacía remecer. Gimió. Me agarró a la cara, me beso nuevamente y me dijo ESTO:

- Veo que escribes sobre muchas mujeres y siento que no todas son tan cojonudas - me dijo.
- ¿Ah sí? - le respondí.
- Sí, eso creo. Así que creo que deberías escribir sobre mí. Escribe algo bueno sobre mi y escribe algo bueno sobre esto. Así tal cual como tú nomás sabes hacerlo.

 Así que tras decirme eso me miró a los ojos y fue bajando de a poco. Me agarró el pene y se lo metió a la boca. Así estuvo bastante rato mientras yo la miraba desde arriba y pensaba que aquel diálogo había sido el mejor de toda mi vida. Que ser escritor era lo mejor que le había pasado a mi vida y que en fin, nuestra mísera vida era tan solo un experimento de la estúpida y deslenguada literatura. Que buena era la vida, que buenas eran las mamadas, que buena era Ema, que bueno era todo. Mi vida volvía a tener sentido y Ema había sido la causante de uno de los mejores momentos de mi perra vida.

- Carlitos Ramírez - me dijo - nos veremos pronto, ¿no es cierto?
- Claro que nos veremos pronto - le dije. La besé nuevamente y le di una nalgada.

Cerré la puerta y me fui a masturbar al baño. Eyaculé, me miré al espejo y me dije: "Soy una mierda, pero una mierda con suerte". Me limpié el cabezón y me acordé de Gustavo. Se parecen un poco. "Deben ser las cejas",  me dije. Pero claro, los penes no tienen ceja.

martes, 11 de septiembre de 2012

Tan descartable

I

Otra noche en el bochornoso
cielo morado.
Mi cabeza te observa 
pegada al pasto
y puedo sentir tu aliento
desde acá abajo.
Eres el buda de las estrellas,
el que alumbra las noches de los moribundos
y los acompaña con su mirada.
Te siento,
juro que es así.
Siento tu respiro tranquilo
que me invade desde los pies 
hasta la cabeza,
que me entra por los oídos
y no me incomoda para nada.
Puedo sentirte,
oh mi dulce señor.
Huelo desde aquí tu pureza
y me hace sentir miserable,
lleno de mugre
y malos pensamientos.
Ayúdame señor bueno,
comprende mis noches de insomnio
y haz retumbar con tu encanto
las mañanas tan malditas que he tenido.
Sírveme en copa de rey
tu sabiduría y tu excelencia,
hazme ser como tú
y conviérteme en un ser de pocas palabras.

II

Adornemos de la mano
las cabezas de los desleales
con flores amarillas y verdes.
Con olores dulces
que logren embriagarlos de ternura.
No les hagamos creer en la paz,
nada de eso.
No les hagamos amar al mundo,
nada de eso.
No les hagamos absolutamente nada.
Sólo adornémosles las cabezas
y refresquémosles las frentes
con agua cristalina.
Abrámosles las bocas
e insertémosles láminas amargas.

Que lleguen a las estrellas.
Que toquen las estrellas.

Espero que vuelvan al lecho cubierto en postales.
Espero que gocen del trueno que asciende.
Espero que vivan el dharma.
Espero que espanten sus miedos.
Espero que escupan su ira.
Espero que suban al cielo
Espero que bajen del cielo.
Espero que en risa se transformen
sus lamentos.
Espero,
¡oh divino!
Espero que siempre me veas y los veas a ellos de cerca,
no nos quites tus manos de encima.

III

Los vomitos de noche asustada,
con ruidos de juegos vecinos.
Los templos que explotan por nada, 
el anhelo que en verdad muere al verte acudido.
Que triste que el mar esté calmo
si todos lo mueven con fichas
de máquinas viciosas
con oscuros cortes en el brazo
y estampillas afligidas
en hinchadas mandíbulas con sangre almidonada.
Coágulos que divinidades no logran detener
y el caudal de hombres heridos
cae estrepitosamente boca abajo
en el paraíso mental
de un niño curioso.
Que las trompetas y los intelectuales,
los inocentes maldecidos
y sus falos mojados
con saliva acumulada.
Oh dios de mi mente intranquila,
detiene el silencio
y vuélvete contra el muro.
Sonríe como lo hacía Snyder,
que te ves pulcro estando contento.
Bebe alcohol y protesta junto a los otros.
Despiértame que el pasto verde
me está calcomiendo.
Transfórmame,
caballero andante de historias verídicas,
que sin tu espada
no necesitas poderes sobrenaturales 
inventados por tontos
creadores de lo mágico.
Vuélvete morbo.
Vuélvete bulla en mis oídos rosados.
Vuélvete el buda de la nada
y del todo.
Vuélvete todo.
Que eres todo.
Que eres yo,
que eres todos en el mundo.
Que somos nosotros mismos
los que podemos arreglar
esta tragedia enferma.

Nosotros somos
nuestros propios dioses.

Y la vida se convierte rápidamente
en un espejo de realidades
sobrepuestas.

Vida, amor a la vida.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Hablan mucho y poco escriben

Y nos sentábamos en la fila que daba al comedor,
de ahí movíamos los brazos
y ocultábamos nuestra miseria.
Los mirábamos
y no sabían
de que estábamos hablando.
Se acercaban y nos decían:
"¡Yo quiero poesía, yo quiero poesía!"
Como si fuese la gran cosa...
Nosotros embutíamos las manos en grandes guantes
y les machacábamos las mejillas
con groseros golpes.
La sangre corría por sus caras
y nosotros seguíamos trabajando
bajo la máquina.
Nos íbamos,
no nos importaba nada.
El café de Wilk nos recibía
y yo ni siquiera sabía donde cresta quedaba.
Sentía mil latigazos rancios,
mil espaldarazos afligidos,
miles de enemistades
y polos opuestos con química muerta
y olor a saborizante pulmonar.
El alcohol no era alcohol
y las estanterías embriagadas de nuestra vida,
se veían remplazadas
por confusiones inestables
y jaquecas que nos hundían los ojos
hasta un nivel jamás pensado.
Muerte y desenfreno.
Muerte.
Sacrificio animal recibido con premios.
Un hombre y su galardón
por ser el cazador más audaz del día.
Mierda,
nada más que mierda.
Carne roja fosforescente
fulminada por parásitos indeseables.
Adicción,
marihuana prensada jamás pensada en recibir por manos de un vagabundo.
Poesía política,
social,
progresista,
libertaria.
Mierda.
Nada más que mierda.
Dedos levantados en son de paz
se revuelcan en la tierra inestable de mis inválidos esfuerzos.
"¡Yo quiero poesía, yo quiero poesía!"
Nadie quiere poesía,
todos quieren gente despierta.
Quieren dinero fácil,
al igual que tú,
yo
y cuantos otros más ambicionamos.
Metáfora muerta y apestosa,
¿cuántos sueños somos capaces de abandonar en este estúpido papel?
Ninguno,
oscuridad total.

martes, 4 de septiembre de 2012

Flipear

 Íbamos en camino hacia el show y la marihuana que me había dado el tío Beto empezó a hacer efecto, y no era cualquier efecto, sino uno que iba en serio. Que poco cojonudo me sentía aquella noche.
Mire hacia mis amigos y les dije:

- Cabros, creo que esta hueá me empezó a pegar de verdad...

 Pero nadie me respondía y yo me estaba desesperando. Estaba flipeando y no en buena, para nada.
Todos me miraron raro y sentía que sus ojos eran punzantes y no buscaban nada bueno.
Empecé a ver luces por todas partes y las imágenes se me cruzaban ante la vista multiplicadas por dos, por tres o tal vez por muchas más. Imágenes aleatorias combinadas con angustia rebelde y ganas de querer morir. Todo eso haciendo un espectáculo frente a mis ojos, formando un trip que no era exactamente un viaje hermoso hacia otro lugar, sino un viaje hacia mis peores temores. Hacia el estancamiento y hacia la intranquilidad.

 Le di la cara a Gustavo y este me estaba observando demoniacamente. Estoy seguro que no era él, era un prototipo del peor sujeto antes visto. De un diablo. De un ogro horrible, verde y descomunal. Rápidamente noté que se estaba burlando de mí. Me sacaba la lengua y me cortaba la respiración, echaba la cabeza para atrás y volvía a mirarme, me sonreía y yo no entendía nada. El corazón se me iba a salir por el pecho e iba a quedar incoloro, vacío e incoloro. Era impresionante el poder de los ojos de Gustavo, me estaban haciendo enloquecer y lo único que podía hacer, era quedarme sentado donde estaba. "Que mierda - me decía yo - como es que puede estar pasándome esto, tampoco fume mucho como para flipear. Quizá fue porque no comí nada, sí, eso debe ser... Ah conchetumadre, no sé que está pasando, que esto se acabe, no puedo seguir así, ¿se podrá morir de esto?, ¡OYE HUEONES TENGO PROBLEMAS AL CORAZÓN PO!, igual sé que no afecta en nada, ¿o si afectará?, nunca debí haberlo hecho, ¡nunca!"
 Todas estas frases retumbaban en mi mente y me hacían sentir solo y abandonado, desvanecido, echo agua fría que corría por los asientos del vehículo y mojaba a todos en mi locura íntima.

 Flipear según yo se basa en tres etapas y yo iba en la segunda y la peor, la desesperación. La primera es el no entender que mierda está pasando y ahí es donde disfrutas un poco esta psicodelia y ambigüedad. La segunda como he dicho es la desesperación, el momento en donde ya no es entretenido lo que está sucediendo y lo único que deseas es que se acabe. Por último, la tercera era la angustia, el no saber que pasará y el momento en donde vienen todo tipo de interrogantes a tu cabeza y tu obviamente no sabes responderlas. Una mierda. Tan mierda como el hecho de que no recuerdo como fue que me bajé del auto y aparecí en un bar. No entendía nada, nada de nada.

 Mientras tanto, ahí estaba yo, sentado en la barra de un bar aburrido escuchando "Pink Cigarette" de Mr. Bungle y con las manos sudando como si el mundo fuese a acabarse (Etapa tres: Angustia). Me agachaba y me tomaba la cabeza, NO ENTENDÍA COMPLETAMENTE NADA, ni menos el hecho de porque mis amigos no estaban acá, vuelvo a repetirlo: ¿Cómo cresta es que aparecí en este bar si iba en el auto con los demás?, ¿será este el bar donde vamos a tocar? "Al carajo, - me dije- estar más arriba de las nubes no es algo tan malo a veces. Me levanté del asiento y miré a mi alrededor, todo estaba extraño. El tipo de la barra me miraba feo y la poca gente que había en el bar estaban ocupados en ver sus celulares en vez de hablar con el que tenían al frente. La cerveza se desperdiciaba y yo no podía hacer nada al respecto, estaba acá por estar y necesitaba que alguien me despertara de aquel letargo. Fui al baño, me mojé la cara y meé en el W.C sin darme cuenta de que estaba con la tapa abajo. Salí del baño, (¿notaron que no me lavé las manos después de orinar?) me paré al frente de todos y eché un pequeño bostezo. En realidad creo que no fue tan pequeño porque todos me miraron extraño, así como pidiéndome una explicación o qué sé yo. No los pesqué y preferí irme del bar, no sé porqué había tardado tanto en arrancar de ese horrendo lugar de luces bajas.

 Cuando iba saliendo por la puerta principal me encontré con Raúl, mi primo pequeño. El estaba esperando el show de una banda de post rock que iba a tocar esa noche en el lugar y que poco tenían que ver con nosotros. En el momento en que Raúl me vio, no se inmutó mucho y sólo se dignó a darme la mano, yo le sonreí y el de la nada también lo hizo. Ahora sí que todo era realmente freak, ¿Raúl sonriendo?, ni en sueños. Jamás lo había visto hacerlo. Raúl llevaba una vida de mierda como para que mostrara algún sentimiento de felicidad. Luego de eso pestañó de forma muy lenta y se fue a sentar por ahí sin decirme nada. Yo me di la vuelta y salí hacia la calle. Afuera estaban cayendo pequeñas gotitas de lluvia que eran agradables de ver cayendo violentamente contra el piso, y ahí es donde me quedé pegado - según yo - durante dos horas. Todo esto acabo en el momento en que empecé a ver a mi lado cuatro pares de zapatillas distintas. Levanté la mirada y observé con pequeñitos ojos somnolientos la cara de cuatro tipos que se me hacían muy familiares. Ahí estaban ellos, los Psicorolia. Gustavo, Pipe, Eusebio y Cristobal, todos riéndose de mi  apariencia que se veía jorobada y temblorosa. Gustavo se me acercó y me dijo:

- Hey Carlitos, vamos a tocar, te estábamos buscando a ti nomás. Desapareciste hace media hora y era imposible encontrarte. Además, entraste en el bar equivocado po hueón. Ahora párate y vamos a tocar, nos están esperando.

 Eusebio me levantó, me dio un abrazo y me dirigió junto a los otros al bar. Le dije que no podía tocar así y que me perdonara porque tenía que devolverme a mi casa ya que no me sentía bien. Él claramente se rió y me dijo que lo ayudara a colocar unos platillos en la batería. Ya no había forma de escaparse.

 Y entonces ahí estábamos parados los cinco al frente de un público que no nos importaba, nosotros sólo queríamos tocar y todo lo demás siempre nos había importado un huevo. Yo estaba asustado eso sí, tenía muchísimo miedo y no quería agarrar el micrófono por nada del mundo. De repente Gustavo levantó la guitarra y cuando la bajó empezó a tocar el primer riff del tema que más que nos gustaba. De inmediato supuse que tenía que despertar, así que pegué el grito más desaforado de toda mi vida y me sentí un poco mejor. Ahí estábamos parados los cinco, cuatro con la cabeza bien puesta y uno que andaba en el cielo.
 ¿Drogas, sexo y rockanrol?, el cliché más estúpido que haya conocido.




domingo, 2 de septiembre de 2012

Mis bolas

Sabiduría por mis huevos
recorriendo a mil por hora
la verguenza y el orgullo ajeno.
Con la mochila del perdedor en la espalda,
sufriendo el tormento
de un beso
con sabor a nada,
con gusto a mala suerte,
a patá en las bolas,
a dolor sincero
y a pelo quemado.
 
Chicle de la ultratumba
sosteniendo una vida
que se ve ridícula
y tan frágil
como tus ganas de ser alguien.
 
Un perdedor para siempre
es una pupila
manchada de sangre
a la luz del sol.