martes, 4 de septiembre de 2012

Flipear

 Íbamos en camino hacia el show y la marihuana que me había dado el tío Beto empezó a hacer efecto, y no era cualquier efecto, sino uno que iba en serio. Que poco cojonudo me sentía aquella noche.
Mire hacia mis amigos y les dije:

- Cabros, creo que esta hueá me empezó a pegar de verdad...

 Pero nadie me respondía y yo me estaba desesperando. Estaba flipeando y no en buena, para nada.
Todos me miraron raro y sentía que sus ojos eran punzantes y no buscaban nada bueno.
Empecé a ver luces por todas partes y las imágenes se me cruzaban ante la vista multiplicadas por dos, por tres o tal vez por muchas más. Imágenes aleatorias combinadas con angustia rebelde y ganas de querer morir. Todo eso haciendo un espectáculo frente a mis ojos, formando un trip que no era exactamente un viaje hermoso hacia otro lugar, sino un viaje hacia mis peores temores. Hacia el estancamiento y hacia la intranquilidad.

 Le di la cara a Gustavo y este me estaba observando demoniacamente. Estoy seguro que no era él, era un prototipo del peor sujeto antes visto. De un diablo. De un ogro horrible, verde y descomunal. Rápidamente noté que se estaba burlando de mí. Me sacaba la lengua y me cortaba la respiración, echaba la cabeza para atrás y volvía a mirarme, me sonreía y yo no entendía nada. El corazón se me iba a salir por el pecho e iba a quedar incoloro, vacío e incoloro. Era impresionante el poder de los ojos de Gustavo, me estaban haciendo enloquecer y lo único que podía hacer, era quedarme sentado donde estaba. "Que mierda - me decía yo - como es que puede estar pasándome esto, tampoco fume mucho como para flipear. Quizá fue porque no comí nada, sí, eso debe ser... Ah conchetumadre, no sé que está pasando, que esto se acabe, no puedo seguir así, ¿se podrá morir de esto?, ¡OYE HUEONES TENGO PROBLEMAS AL CORAZÓN PO!, igual sé que no afecta en nada, ¿o si afectará?, nunca debí haberlo hecho, ¡nunca!"
 Todas estas frases retumbaban en mi mente y me hacían sentir solo y abandonado, desvanecido, echo agua fría que corría por los asientos del vehículo y mojaba a todos en mi locura íntima.

 Flipear según yo se basa en tres etapas y yo iba en la segunda y la peor, la desesperación. La primera es el no entender que mierda está pasando y ahí es donde disfrutas un poco esta psicodelia y ambigüedad. La segunda como he dicho es la desesperación, el momento en donde ya no es entretenido lo que está sucediendo y lo único que deseas es que se acabe. Por último, la tercera era la angustia, el no saber que pasará y el momento en donde vienen todo tipo de interrogantes a tu cabeza y tu obviamente no sabes responderlas. Una mierda. Tan mierda como el hecho de que no recuerdo como fue que me bajé del auto y aparecí en un bar. No entendía nada, nada de nada.

 Mientras tanto, ahí estaba yo, sentado en la barra de un bar aburrido escuchando "Pink Cigarette" de Mr. Bungle y con las manos sudando como si el mundo fuese a acabarse (Etapa tres: Angustia). Me agachaba y me tomaba la cabeza, NO ENTENDÍA COMPLETAMENTE NADA, ni menos el hecho de porque mis amigos no estaban acá, vuelvo a repetirlo: ¿Cómo cresta es que aparecí en este bar si iba en el auto con los demás?, ¿será este el bar donde vamos a tocar? "Al carajo, - me dije- estar más arriba de las nubes no es algo tan malo a veces. Me levanté del asiento y miré a mi alrededor, todo estaba extraño. El tipo de la barra me miraba feo y la poca gente que había en el bar estaban ocupados en ver sus celulares en vez de hablar con el que tenían al frente. La cerveza se desperdiciaba y yo no podía hacer nada al respecto, estaba acá por estar y necesitaba que alguien me despertara de aquel letargo. Fui al baño, me mojé la cara y meé en el W.C sin darme cuenta de que estaba con la tapa abajo. Salí del baño, (¿notaron que no me lavé las manos después de orinar?) me paré al frente de todos y eché un pequeño bostezo. En realidad creo que no fue tan pequeño porque todos me miraron extraño, así como pidiéndome una explicación o qué sé yo. No los pesqué y preferí irme del bar, no sé porqué había tardado tanto en arrancar de ese horrendo lugar de luces bajas.

 Cuando iba saliendo por la puerta principal me encontré con Raúl, mi primo pequeño. El estaba esperando el show de una banda de post rock que iba a tocar esa noche en el lugar y que poco tenían que ver con nosotros. En el momento en que Raúl me vio, no se inmutó mucho y sólo se dignó a darme la mano, yo le sonreí y el de la nada también lo hizo. Ahora sí que todo era realmente freak, ¿Raúl sonriendo?, ni en sueños. Jamás lo había visto hacerlo. Raúl llevaba una vida de mierda como para que mostrara algún sentimiento de felicidad. Luego de eso pestañó de forma muy lenta y se fue a sentar por ahí sin decirme nada. Yo me di la vuelta y salí hacia la calle. Afuera estaban cayendo pequeñas gotitas de lluvia que eran agradables de ver cayendo violentamente contra el piso, y ahí es donde me quedé pegado - según yo - durante dos horas. Todo esto acabo en el momento en que empecé a ver a mi lado cuatro pares de zapatillas distintas. Levanté la mirada y observé con pequeñitos ojos somnolientos la cara de cuatro tipos que se me hacían muy familiares. Ahí estaban ellos, los Psicorolia. Gustavo, Pipe, Eusebio y Cristobal, todos riéndose de mi  apariencia que se veía jorobada y temblorosa. Gustavo se me acercó y me dijo:

- Hey Carlitos, vamos a tocar, te estábamos buscando a ti nomás. Desapareciste hace media hora y era imposible encontrarte. Además, entraste en el bar equivocado po hueón. Ahora párate y vamos a tocar, nos están esperando.

 Eusebio me levantó, me dio un abrazo y me dirigió junto a los otros al bar. Le dije que no podía tocar así y que me perdonara porque tenía que devolverme a mi casa ya que no me sentía bien. Él claramente se rió y me dijo que lo ayudara a colocar unos platillos en la batería. Ya no había forma de escaparse.

 Y entonces ahí estábamos parados los cinco al frente de un público que no nos importaba, nosotros sólo queríamos tocar y todo lo demás siempre nos había importado un huevo. Yo estaba asustado eso sí, tenía muchísimo miedo y no quería agarrar el micrófono por nada del mundo. De repente Gustavo levantó la guitarra y cuando la bajó empezó a tocar el primer riff del tema que más que nos gustaba. De inmediato supuse que tenía que despertar, así que pegué el grito más desaforado de toda mi vida y me sentí un poco mejor. Ahí estábamos parados los cinco, cuatro con la cabeza bien puesta y uno que andaba en el cielo.
 ¿Drogas, sexo y rockanrol?, el cliché más estúpido que haya conocido.




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