lunes, 19 de agosto de 2013

Rutina

Todo comienza con un primer plano a la chapita de color rojo que Carlos lleva pegada en el lado izquierdo del pecho. En ella dice Carnaby's tea, especialistas en té. Carlos le sonríe fingidamente a su último comprador, mientras hace sonar la caja registradora, mete el dinero y entrega el vuelto. Su día ha concluído, y por lo que se puede ver en su cara, de seguro fue una mierda al igual que todos los anteriores. Aún así, hay algo en la actitud de Carlos que lo hace ver más abrumado de lo normal. Sus pasos son lentos y débiles, con los ojos pegados al piso, como si fuese un arruinado anciano que sabe que ya no le quedan muchos días de vida.

La cosa es así. Carlos el día anterior a este, el recién pasado Martes, se vio involucrado en una situación escandalosa, y las situaciones escandalosas le molestan más que cualquier otra cosa en el mundo. La ex novia del tipo que trabaja en el turno de la mañana en la tienda de té, vino llorando hacia Carlos, rogándole que por favor lo ayudara a recuperar a su ex novio, a Omar, quien sin explicarle el porqué, de un día para otro la había dejado. De hecho, aquello sucedió justo el día antes de que ambos cumplieran un año de estar juntos, cuando Marina - la mujer de la que estoy hablando - había reservado una mesa en un restaurant de comida italiana, y le había comprado la colección "Enemigo del estado" de Wolverine, que Carlos tanto había buscado pero no había encontrado en ninguna parte. Mientras Marina le contaba entre lágrimas todo lo sucedido, Carlos enfocaba toda su atención en los restos de comida que Marina tenía pegado en los dientes. Le parecía gracioso. Le provocaba especial gracia el hecho de que ella estuviese hablando de algo tan serio, y los restos de comida le quitaran esa seriedad a la situación. Carlos rió bajito, así como con la nariz. Marina le preguntó qué era tan chistoso y Carlos le respondió que nada, que solo era un tic. Marina lo miro extrañada, se tapó la cara con las manos y en un acto de desesperación, se arremangó las mangas de su chaqueta y le mostró a Carlos las marcas de los golpes que Omar le había propinado hace un par de semanas. Marina habia logrado que Carlos prestara atención, de hecho éste estaba tan concentrado en los brazos de ella, que se había incomodado un montón, llegando a sudar y a quedarse tan perplejo, como en mucho tiempo no lo había estado. El color morado de las marcas le habían apretado el pecho. Carlos llevaba una vida tan rutinaria, que situaciones como estas destruían el orden de su mundo. Por lo mismo, apenas Marina le dijo que necesitaba de su ayuda para recuperar a Omar ya que no tenía a nadie más a quien recurrir. Carlos había aceptado sin ni siquiera reflexionarlo antes. Dejándolo sin oportunidad de reclamar. Con un problema que no necesitaba, que lo iba a dejar con la mente tan desgastada, que todo su cuerpo iba a funcionar de igual manera. Por eso es que ahora, éste día Miércoles ya terminado el trabajo, Carlos camina hacia a su casa con la mente ennegrecida, esquivando a las personas que pasan a su lado e ignorando a un par de vagabundos que solían pedirle dinero. Carlos estaba como anestesiado, no entendía lo estúpido que había sido involucrándose en una situación que no le incumbía. De hecho, al momento de pararse en la cocina y ver la comida que había comprado, ni hambre tuvo. Lo único que atinó a hacer, fue sentarse en la orilla de la cama y llamar a su novia Victoria. Le habló de lo que le había pasado y ella le dijo que tratara de no meterse en problemas, ambos se dijeron que se amaban y después de 10 minutos de conversación, Carlos había apagado las luces de su pieza y se había metido bajo las tapas de la cama. Sin poder quedarse dormido, con la mirada fija en una mancha que estaba en el techo. Tratando de darle algún significado, algún sentido. Pero nada realmente creativo se le vino a la mente.

Y un bostezo seguía a otro bostezo. Nadie había entrado en la tienda desde hace horas y la tarde del Jueves se estaba volviendo un tedio para Carlos. Ya se sentía más calmado con respecto a lo de Marina, de hecho se había comprado el último tomo de Kick-Ass, y lo había leído toda la primera hora que había estado en la tienda. También aprovechó de bajar películas desde el computador de la tienda, había estado pensando en volver a ver Pulp Fiction así que en palabras simples, estaba sacando la vuelta como nunca lo había hecho durante los seis meses que llevaba de trabajo. Carlos en realidad odiaba el té, le hacía mal para el estómago, o por lo menos eso es lo que él le decía a todos los que le preguntaban. Eso sí, lo que no odiaba, era aquella escena de Pulp Fiction que ahora estaba presente en su pantalla, aquella parte en donde Butch (Bruce Willis) hacía su entrada triunfal en la pieza que estaba al fondo de la armería, en donde al abrir la puerta había encontrado al vendedor que lo había amenazado antes viendo como otro tipo se violaba a su jefe y enemigo, Marcellus Wallace. Carlos amaba esa escena, no por lo que estaba sucediendo en ella, sino porque había sido el remate de una de las mejores partes de toda la película. De repente el celular de Carlos empezó a vibrar. Le había llegado un mensaje de Marina en donde le entregaba la dirección de donde vivía Omar, diciéndole que el objetivo que tenía que cumplir era ver si éste estaba con alguna otra mujer o simplemente fijarse en como seguía su mundo sin ella. Agregándole además que para aumentar su interés en la situación, le pagaría una cierta cantidad de dinero que curiosamente sobrepasaba el monto que ganaba Carlos habitualmente en la tienda. Por lo mismo, es que Carlos al ver la oportunidad de dinero - que era bastante - y al comprobar que la situación no podía ser tan mala, ni mucho menos peligrosa, no lo pensó dos veces, y a la salida del trabajo se dirigió directamente a la casa de Omar, en donde metido entre los arbustos que estaban en el antejardín de su casa, observó como éste se estaba poniendo una peluca de color rosado en la cabeza, mientras se vestía con un traje de payaso de color verde limón. Carlos aguantándose la risa, se tiró de espaldas en el pasto, con las manos en la boca para no reirse. El sujeto era un imbécil, no había porque desconfiar de él. Carlos volvió a mirar por la ventana y observó que a Omar en su intimidad, le gustaba disfrazarse de diferentes cosas para luego mirarse en la ventana y practicar diferentes posturas, las cuales posteriormente dejaba registradas en la memoria de su cámara digital. Carlos no aguantaba la risa, no entendía porque había que preocuparse tanto de este sujeto, sino era más que un freak que le gustaba los juegos de roles. Por lo mismo es que decidió llamar a Marina para decirle que todo andaba bien y que no tenía de que preocuparse, que no le hiciera más perder el tiempo. Ésta insistió en que lo siguiera espiando, e incluso, que si podía meterse dentro de la casa para poder registrar sus cosas, Carlos iba a conseguir una mayor recompensa. Éste entendió que Marina de verdad estaba desesperada, y al darse cuenta de que la suma de dinero iba a ser aún más grande de lo acordado, decidió entrar. Eso sí, primero verificó que no hubiese nadie, y para su suerte, las luces ya estaban apagadas y no había rastro de que Omar andubiese paseándose por el living de la casa. Carlos decició saltar por el portón sin que nadie se diese cuenta, caminó por alrededor del patio para luego insertarse por la puerta de atrás hacia la cocina de la casa. Ahora la estaba pasando bien, hace tiempo que no sentía tanta adrenalina. Quizá su aburrida vida siempre había necesitado algo como esto. Sin embargo, en el interior de la casa, no vio nada más que diferentes disfraces botados en el piso, acompañados por aburridas revistas de decoración de interiores. Carlos ya se estaba imaginando lo que le iba a decir a Marina: "Aló, sí?, oye, en esa casa no había nada más que estupideces, siento decirlo, pero tu ex novio es un tonto, ahora lo único que me interesa es ver cuando nos reuniremos para lo del dinero, espero que no haya bajado la suma que me prometiste". Carlos tenía todo planeado menos que de un momento a otro una luz de color azul empezara a parpadear continuamente. Esta luz venía desde la habitación del fondo y provocó especial curiosidad en Carlos, que hizo que este caminara lentamente hasta la puerta de la pieza, para de esta forma averiguar de que se trataba todo. Desde adentro se escuchaban fuertes gemidos de dolor como si estuviesen golpeando a alguien. Entonces Carlos recordó los brazos de Marina y se retorció de rabia, pensó que este era el momento preciso para poder descubrir a Omar y culparlo frente a todo el mundo. Entonces abrió la puerta, Carlos cerró los ojos y con un grito desquiciado se insertó dentro de la habitación. Pero lo que Carlos vio frente a él fue lo más asqueroso que había visto en toda su vida, había sido victima de una trampa. Dentro de la pieza, y especificamente arriba de la cama, se encontraba Omar vestido de payaso, metiéndosela por el culo al tipo que supuestamente era su jefe y que había visto sólo un par de veces desde que estaba trabajando en la tienda de té. Éste viejo de unos cuarenta años aproximadamente tenía las manos amarradas detrás de su espalda estilo bondage, con una mordaza de pelota color cuero puesto en la boca. Golpeándose la cabeza en contra del borde de la cama, que a su vez, hacía que el interruptor de la lámpara que estaba en el velador de al lado se apretara solo. Carlos se sentía asqueado, con la cara deformada, perplejo, sin poder decir nada. Observó que Marina también estaba ahí, que se levantaba de la cama desnuda y que cerraba la puerta de la pieza con llave. Carlos estaba parado sin movimiento alguno, con las manos abiertas a un lado de sus muslos. Todo había sido un engaño. Todo le recordaba a esa maldita escena de Pulp Fiction que tanto le gustaba, pero que a diferencia de parecerse a Butch, quien luego de ver a Marsellus siendo violado, lograba escapar, aquí parecía no haber ninguna escapatoria. Por lo mismo, Omar, el jefe y Marina se acercaban a él con ojos diabólicos, así como si estuviesen esperando una respuesta, pero Carlos no tenía ninguna, nada realmente creativo se le vino a la mente.