martes, 11 de septiembre de 2012

Tan descartable

I

Otra noche en el bochornoso
cielo morado.
Mi cabeza te observa 
pegada al pasto
y puedo sentir tu aliento
desde acá abajo.
Eres el buda de las estrellas,
el que alumbra las noches de los moribundos
y los acompaña con su mirada.
Te siento,
juro que es así.
Siento tu respiro tranquilo
que me invade desde los pies 
hasta la cabeza,
que me entra por los oídos
y no me incomoda para nada.
Puedo sentirte,
oh mi dulce señor.
Huelo desde aquí tu pureza
y me hace sentir miserable,
lleno de mugre
y malos pensamientos.
Ayúdame señor bueno,
comprende mis noches de insomnio
y haz retumbar con tu encanto
las mañanas tan malditas que he tenido.
Sírveme en copa de rey
tu sabiduría y tu excelencia,
hazme ser como tú
y conviérteme en un ser de pocas palabras.

II

Adornemos de la mano
las cabezas de los desleales
con flores amarillas y verdes.
Con olores dulces
que logren embriagarlos de ternura.
No les hagamos creer en la paz,
nada de eso.
No les hagamos amar al mundo,
nada de eso.
No les hagamos absolutamente nada.
Sólo adornémosles las cabezas
y refresquémosles las frentes
con agua cristalina.
Abrámosles las bocas
e insertémosles láminas amargas.

Que lleguen a las estrellas.
Que toquen las estrellas.

Espero que vuelvan al lecho cubierto en postales.
Espero que gocen del trueno que asciende.
Espero que vivan el dharma.
Espero que espanten sus miedos.
Espero que escupan su ira.
Espero que suban al cielo
Espero que bajen del cielo.
Espero que en risa se transformen
sus lamentos.
Espero,
¡oh divino!
Espero que siempre me veas y los veas a ellos de cerca,
no nos quites tus manos de encima.

III

Los vomitos de noche asustada,
con ruidos de juegos vecinos.
Los templos que explotan por nada, 
el anhelo que en verdad muere al verte acudido.
Que triste que el mar esté calmo
si todos lo mueven con fichas
de máquinas viciosas
con oscuros cortes en el brazo
y estampillas afligidas
en hinchadas mandíbulas con sangre almidonada.
Coágulos que divinidades no logran detener
y el caudal de hombres heridos
cae estrepitosamente boca abajo
en el paraíso mental
de un niño curioso.
Que las trompetas y los intelectuales,
los inocentes maldecidos
y sus falos mojados
con saliva acumulada.
Oh dios de mi mente intranquila,
detiene el silencio
y vuélvete contra el muro.
Sonríe como lo hacía Snyder,
que te ves pulcro estando contento.
Bebe alcohol y protesta junto a los otros.
Despiértame que el pasto verde
me está calcomiendo.
Transfórmame,
caballero andante de historias verídicas,
que sin tu espada
no necesitas poderes sobrenaturales 
inventados por tontos
creadores de lo mágico.
Vuélvete morbo.
Vuélvete bulla en mis oídos rosados.
Vuélvete el buda de la nada
y del todo.
Vuélvete todo.
Que eres todo.
Que eres yo,
que eres todos en el mundo.
Que somos nosotros mismos
los que podemos arreglar
esta tragedia enferma.

Nosotros somos
nuestros propios dioses.

Y la vida se convierte rápidamente
en un espejo de realidades
sobrepuestas.

Vida, amor a la vida.

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