domingo, 9 de septiembre de 2012

Hablan mucho y poco escriben

Y nos sentábamos en la fila que daba al comedor,
de ahí movíamos los brazos
y ocultábamos nuestra miseria.
Los mirábamos
y no sabían
de que estábamos hablando.
Se acercaban y nos decían:
"¡Yo quiero poesía, yo quiero poesía!"
Como si fuese la gran cosa...
Nosotros embutíamos las manos en grandes guantes
y les machacábamos las mejillas
con groseros golpes.
La sangre corría por sus caras
y nosotros seguíamos trabajando
bajo la máquina.
Nos íbamos,
no nos importaba nada.
El café de Wilk nos recibía
y yo ni siquiera sabía donde cresta quedaba.
Sentía mil latigazos rancios,
mil espaldarazos afligidos,
miles de enemistades
y polos opuestos con química muerta
y olor a saborizante pulmonar.
El alcohol no era alcohol
y las estanterías embriagadas de nuestra vida,
se veían remplazadas
por confusiones inestables
y jaquecas que nos hundían los ojos
hasta un nivel jamás pensado.
Muerte y desenfreno.
Muerte.
Sacrificio animal recibido con premios.
Un hombre y su galardón
por ser el cazador más audaz del día.
Mierda,
nada más que mierda.
Carne roja fosforescente
fulminada por parásitos indeseables.
Adicción,
marihuana prensada jamás pensada en recibir por manos de un vagabundo.
Poesía política,
social,
progresista,
libertaria.
Mierda.
Nada más que mierda.
Dedos levantados en son de paz
se revuelcan en la tierra inestable de mis inválidos esfuerzos.
"¡Yo quiero poesía, yo quiero poesía!"
Nadie quiere poesía,
todos quieren gente despierta.
Quieren dinero fácil,
al igual que tú,
yo
y cuantos otros más ambicionamos.
Metáfora muerta y apestosa,
¿cuántos sueños somos capaces de abandonar en este estúpido papel?
Ninguno,
oscuridad total.

No hay comentarios:

Publicar un comentario