martes, 23 de octubre de 2012

Chorrillana multipersonal / Parte 2


Parte 2

Hace un frío exquisito aquí afuera. Yo estoy vestido con un chaleco gris que era de mi papá, unos pantalones negros y unas zapatillas del mismo color. A mi lado se encuentra el Max, el Santiago y su novia Rosario. Florencia y Caro ya están instaladas en el segundo piso del bar. Eso lo noté porque hace un rato se asomaron y nos miraron diciéndonos que subiéramos de inmediato para así no pagar nada. Pero no resultó. El tipo de la puerta nos detuvo con cara de malo y nos dijo que todavía no se abrían las puertas. Nos devolvimos y nos ubicamos en donde estamos ahora, pegados a una rejilla. Observando nuestro alrededor. Observando a todo ese grupo de gente que espera lo mismo que nosotros, que abran el bar Uno. Hoy es noche de punk en el bar. Las Femicidio, banda local de Santiago, lanzan su primer demo para que el público las oiga no solamente en vivo en las tocatas, sino que a toda hora del día. Me acuerdo del día en que la Florencia me habló de ellas. Estábamos sentados en el patio de la universidad tomando Coca-Cola y le empecé a comentar sobre mi banda de punk y todo eso. Como respuesta ella me dijo que conocía a unas amigas que tenían una banda parecida a la mía y que sonaban harto en Santiago, que eran alocadas y que siempre que tocaban dejaban la cagá. Esa también fue la vez cuando la Florencia me invitó a la tocata a la que iba a entrar ahora y la que me dijo que consideraba que yo era un buen cabro.

            Un hipster de pelo rapado a los lados, fuma un cigarrillo Hilton mientras está pegado mirando una luminaria de la calle. Yo lo miro a él y de inmediato miro la luminaria. No tiene nada de especial. Vuelvo la vista al hipster y ahora se está arreglando el chaleco. Se ve bien en todo caso, tira onda. Al igual que la chiquilla rubia que está de espaldas a unos metros de él. Ella por su lado viste una chaqueta grande café clara, unos pitillos oscuros y unas zapatillas de lona, observo bien quien es y la reconozco de inmediato. Me digo a mi mismo: “Que buena mina desperdició mi amiga Ignacia”, se veían bien juntas. Ella cacha que la estoy mirando y me mira también. Yo me hago el hueón y miro para otro lado, le echo la talla al Max y ambos nos cagamos de la risa. Una voz indicaba que las puertas se habían abierto, y yo ya tenía mis $1500 en mano. El tipo recibe la plata y me mira feo nuevamente, entro rápido y me dirijo al segundo piso atravesando por una gran escalera oscura. Cuando llego arriba veo a la Florencia que me ve llegar y qué se abalanza sobre mí, me toma la mano y me lleva a una pieza oscura en donde la Caro nos espera con unas Balticas que habíamos dejado enfriando en el departamento de Max. Todos los que andábamos nos sentamos en los sillones que habían en esta pieza oscura y de inmediato empezamos a charlar. Qué los beatniks, qué Kerouac es un grande, qué “On the road”, qué Ginsberg es mi favorito y qué Max opina que los supuestos cuadros que están pegados en la pared son una mierda y qué Rosario le encuentra la razón ya que mueve la cabeza de arriba hacia abajo. A los minutos más tarde, Rosario y Santiago empezaron a ponerse raros, hueás de Pololos, lo entiendo un poco, pero prefiero no opinar nada. A ratos Santiago dice cosas que yo sé que le duelen a su novia, porque se le nota en la cara y juro que lo entiendo un poco, pero prefiero no opinar nada. Florencia llega con unas tallas salvadoras de ambiente y se instala a conversar con nosotros. Yo me fijo en como se expresa y me da gusto estar aquí con ella, fuera de la universidad, en un ambiente distinto, conociendo sus terrenos y su travesías, experimentando la vida liviana que ella lleva. Me agrada lo que sucede conmigo en este rato. Por otro lado Max no se ve muy bien, no sé por qué, pero no se ve muy bien, quizá es porque vomitó hoy en la mañana, o porque no durmió bien en la tarde, quien sabe. Miro a la Florencia y le digo que vayamos a ver si empezó la primera banda que va a tocar. Me dice que sí y arrancamos corriendo para abajo. En medio del camino me dice que soy su hermano y me pone feliz, ayer también me lo dijo, pero de otra forma: “Eres como el hermano de mi familia que nunca tuve”.

Siento tocar el primer piso y de inmediato nos metemos en medio de la gente que iba a ver a Blasfemme, la primera banda en tocar. Haciendo su debut según me contó la Caro, teniendo en sus líneas a la guitarrista/vocalista de las Femicidio, una mujer de cuerpo pequeño, ropa rota, pelo teñido azul y unas converse blancas que rogaban ser votadas a la basura. La observo atentamente y veo como instala su bajo (ya que en esta banda toca bajo), arregla el cable que conecta al amplificador y mira a cada persona del público – incluso a mí – reflejando con sus ojos lo nerviosa que está. Ahora ubica su atención a las demás de la banda y da unas indicaciones generales. No la paro de mirar. Al ser agresiva logra ser altamente atractiva. Ya no mira a nadie, toca una nota del bajo y todas empiezan a tocar. Las Blasfemme están haciendo su debut y además, abriendo el evento de su banda hermana, las Femicidio. Noto que tocan algo como post-punk muy parecido a lo que hacen los Pixies. Le digo esto mismo a Santiago – que estaba atrás mío, junto a Max y los demás – y me dice que de verdad se parecen mucho. Vuelvo a mirar a la bajista del pelo azul y tomó mi celular, busco las notas y escribo: “Hay cosas buenas en la vida y entre ellas está claramente una bajista mujer”. Santiago la ve y se ríe. Yo sigo escuchándolas y me acuerdo de inmediato de las tocatas malditas que hacíamos con Psicorolia el año pasado. Me acuerdo de todo el ambiente que formamos en La Serena y de como un centenar de estúpidos nos chupaban las bolas para que tocáramos en todos los lugares posibles. Eran buenos tiempos, como me encantaría estar parado a mí arriba del escenario. Escupiendo y maldiciendo. Sintiéndome feliz con el sonido que hacemos. Pero qué va, la bajista de pelo azul se ve mejor que cualquier otra persona ahí arriba, que mejor se quede ella. Ella tira más pinta.

Aplausos para acá y aplausos para allá, las Blasfemme se bajan del escenario y queda un receso para que otra banda telonera toque. Santiago de un momento a otro cambia su cara de felicidad habitual por una que mantiene un seño fruncido y una boca abierta enojona. Rosario, su novia, tiene cara de querer irse, y Santiago por su lado también. Es por eso que se despidieron de todos y Santiago vino a despedirse de mí al último. Me dijo un frío chao sumado con un beso en la mejilla, le dije chao también y me molesté un poco. Pero bueno, cada uno con lo suyo. Subimos al segundo piso al igual que hace un rato y nos tiramos arriba de un sillón grande con el Max, la Florencia, la Caro y unos amigos de la Florencia que se llamaban Pancho e Ignacia. Ellos se conocen desde antes y nosotros con el Max como que no entendemos mucho de que hablan. Max se ve chatísimo, la verdad. No le gusta el ambiente, es fácil darse cuenta. Por su parte, Florencia y los demás, ríen y toman vino tinto. De vez en cuando me tiran la talla a mí y yo me río, en cambio a Max no le produce ninguna gracia y al pasar de los minutos me dijo que quería irse. Me da miedo dejar que se vaya solo por lo que nos había pasado antes, pero de verdad me quiero quedar. Este es mi mundo, en La Serena era lo mismo, sólo que aquí son más astutos y no andan paveando. Cada uno metido en lo suyo. Max se va y yo me quedo tomando vino tinto, le paso luca a la Caro y le digo que haga las monedas para comprar otro vino. Se para de inmediato y arranca para el primer piso, me jura de guata que me va a traer el vino. Le creo y me siento al lado de la Florencia, esta me abraza picarescamente y me mete en la conversación. Un pito de aquellos empieza a pasar hacia la izquierda y llega a mi lado con un olor profundo a caca. Sé que es paragua y sé que me lo voy a fumar. Así que me lo fumo y lo pasó hacia la izquierda. Subo de inmediato y me tomo otro sorbo de vino. Florencia se ríe y yo me rio con ella. Su amiga Ignacia tiene una risa peculiar que me da más risa todavía y trato a cada segundo mantenerme despierto. Como si el tiempo no fuera nada, la Caro llega acompañada de una mina que no sé quien chucha es, y también de la chica de pelo azul. OBVIAMENTE, le ofrezco vino de inmediato, lo acepta y lo toma. Ya estoy inserto en el grupo, la verdad es que no pienso ni en Max ni en Santiago, pienso en esto, en este momento, en las risas de Ignacia y la extrañez incomprendida de Pancho. Pienso en esta casa abandonada que fue convertida en bar, pienso además que parece una casa okupa y pienso que la mina que viene con un tipo de bigote y barba, tiene un pelo bacán ya que es corto, y yo adoro los pelos cortos. Estos mismos nos echan la talla y entran juntos al baño, se ven una pareja bonita y se nota además que están ebrios a cagar; pero dan una buena imagen por lo menos estando juntos. Se complementan, se nota. Al salir del baño medios despeinados, se sientan a mi lado y les ofrezco vino, ellos me dicen que ya tienen y les vendo la cuartilla de poesía que hemos hecho con los cabros. Sonríen y me dicen que les gustó demasiado, leen juntos un montón de rato y me pasan quinientos pesos. Les digo gracias y conversamos de otras cosas. La Florencia ahora está sentada más lejos de donde estoy yo y pude notar que a cada rato se levanta o para ir al baño o para ir a buscar cualquier cosa al primer piso. Sigo hablando con la pareja que estaba a mi lado (que se llaman Mari y Joaquín) y de repente anuncian que las Femicidio van a empezar a tocar. Bajamos todos apurados y nos insertamos en el infernal tumulto de gente que hay en el bar. La bajista de pelo azul no sé en que momento subió al escenario, pero ahora está ahí con una guitarra, acomodándose todo muy bien y de nuevo dando indicaciones generales. Las Femicidio son tres y realmente se ven bien juntas. La baterista es de cuerpo pequeño y se parece mucho a la ex de mi amigo Eusebio, tiene una sonrisa bonita y el pelo tomado. La bajista tiene un pelo ondulado y grande, y se ve segura en el escenario, más que cualquiera de las otras dos. Unos golpes de baquetas dan el inicio al show, y de un instante a otro, la bajista de pelo azul mueve su pelo de arriba hacia abajo como indicando a todos que hagamos lo mismo. Todos lo hacemos y además nos empezamos a golpear entre nosotros. A mí no me gusta mucho eso de golpearse en las tocatas, siento que es mejor disfrutar la música bailando, tal como quería Joe Strummer, pero no puedo evitar de hacerlo. Estoy golpeando a todos y siento que la energía de todos los presentes se acumula en el aire y no nos deja respirar muy bien. Estas minas nunca paran, son como los Ramones, tocan miles de temas en tan solo diez minutos y vuelven a todos locos, ¿qué más se necesita aparte de eso?, yo creo que nada. El momento de las Femicidio es ahora y todos deberían estar viendo esto.

La música envuelve a todos y tan rápido como llega, asimismo se va. Las Femicidio terminan su show y la chica de pelo azul regala cerveza. OBVIAMENTE me acerco a ella y le pido, tomo un sorbo y se la paso, justo a su lado hay un gordo barbón que ofrece el demo que acababan de lanzar las Femicidio y por la gran cuea’ que tengo, recibo uno en mis manos y me lo guardo en los calzoncillos. Ignacia, la amiga de la Florencia me mira y me dice que me ella me lo guarda, se lo paso y me desligo, subo al segundo piso de nuevo con todos y nos sentamos a fumar lo último que queda de marihuana. Todos están drogados y sonrientes, y yo también, estoy disfrutando de un gran día y la verdad, es que no me quejo de nada. He conocido gente interesante y además, afiancé aun más la amistad con la Florencia. Esta misma de repente me golpetea el brazo y me dice que se siente bien ser hermanos de sangre, vuelvo a sonreír y me mira con unos ojos tan calmos que la felicidad se siente en mi cuerpo casi instantánea. La chica de pelo azul se sienta a mi lado y le digo cosas que ni yo entiendo, ella me sonríe y me conversa con naturalidad, creo que le estoy diciendo cosas cuerdas, así que no hay problemas. Un gordo calvo llega diciendo que ya tenían que cerrar, así que con todo el grupo nos retiramos del lugar y emprendimos pata cada uno para su casa, yo estoy borrado, de hecho no me acuerdo de nada más, sólo de un diálogo que tuve con Florencia en el momento en el que nos despedimos.

Algo como así:

-          Carlitos, cada vez que entras en la vida de alguien dejas la cagá.

-          ¿Tú crees? – le digo.

-          Sí – me responde.

-          Y a ti, ¿te la cagué?

-          No Carlitos, no me la cagaste… o quizá sí, qué sé yo.

Me despido de ella, le doy un abrazo y me dice que deje de ser tan ahueonao. Me río y me voy, camino lento a mi lugar de destino. Pienso en todo lo bien que lo pase esta noche y reflexiono que quizá no estaba echa para que la pasáramos juntos los tres amigos. Me pone un poco mal pensar así, pero se me pasa de inmediato. Debo estar atento a no caerme en el vacío, estoy tan borracho y drogado que siento que no tengo pies. Quizá nunca los he tenido, la verdad. Quizá nunca he tenido los pies suficientes como para aplastar mi cobardía y egoísmo. Quizá ya es la hora, quizá ya es muy tarde… Quizá nunca es hora para empezar a cuestionarse sobre estupideces.

1 comentario:

  1. oye me perdí LA noche. y de la (laura) que me perdí! jajaj "Qué buena mina desperdició mi amiga Ignacia" iajaja

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