lunes, 2 de julio de 2012

Extirpando

Aparecieron entre las rejas
y disiparon al instante
su decrépita ansiedad.

Gobernaban su universo
y lo llenaban de cajetillas de cigarros
envueltas en un grasoso y sucio amor.

Corrompían los cielos navegando
desde las tempranas mañanas
repletas de una mugre
que los enseraba desde los ojos hasta las patas.

No hay por dónde ir caminando,
el camino está muerto.
Muerto y abandonado por los ojos de imbéciles
que sólo querían escuchar lo que a ellos les gustaba.
Estaban rotos y quebrados como las rocas
que sellaban su dentadura gruesa y traviesa.
Era el mordisco de la sabia muchedumbre
el que los mordía y de un momento a otro se volvieron estúpidos
y dementes,
miserables y bastardos,
pidiendo régimen, justicia y orden.
Aquellos de los que hablo
sé que son los mismos que basurearon
los colores psicodélicos y las luces de neón,
los mismos que vomitaron
en las embarradas clavijas de tristes humanoides
como Hendrix, Harrison y Spinetta,
los mismos que alabaron al dios prohibido
y a su pena por el mundo.
Los mismos idiotas que saborearon el grosero falo que les metían por el culo mientras pedían clemencia por un mundo nuevo.
Los mismos que ayudaron a ordenar la mesa
pero que al fin del día rompieron todo con sus codos.
Son los mismos estúpidos
que no encontraron nada mejor que hacer
que atrasaron los segundos y revolvieron las metáforas,
volviéndonos seres felices
y deseosos de la venida del espectro
en el que llenamos de regocijo nuestros sentimientos más bélicos.
Los mismos
que en las oscuras calles de Santiago
llenaron con su semen rojizo nuestros cerebros
alborotados y somnolientos,
habituándonos a caminar
con paso lento y afligido.

Nada en que pensar y nada que decir.
Desde ahora en adelante
me ubicaré siempre en el primer puesto,
recalcando que los tipos astutos
son los únicos que fuman marihuana a escondidas,
sintiéndose así los reyes de su mundo
lleno de sentimientos instantáneos y sutilezas perdidas.

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