domingo, 8 de julio de 2012

Marisol es una experta

 Estaba en un bar de esos sucios a los que estoy acudiendo últimamente cuando de pronto vi pasar por fuera del umbral del bar a un jovencito tan peculiar que sin pensarlo más le mandé un grito y le dije que se sentara al lado mío. De inmediato le empecé a platicar:

- ¿Quieres una cerveza hijo mío?

- No señor, estoy bien, no tomo cerveza – dijo el chico.

- Pero como que no tomas… ¡Mozo!, dos Becker de litro para esta mesa… Que no tomas me dices tú – le dije al asustadizo muchachito – no le vengas con huevadas a un viejo perro como yo…

- Es verdad señor, nunca me ha gustado el alcohol. Desde pequeño siempre me han enseñado que no debo tomar. Toda la vida me han dicho que hace mal para la salud y que a la larga te vuelve un adicto descontrolado.

- Como se nota que jamás has bebido una gota en toda tu puta vida…

 El mozo llega con las dos botellas de Becker más dos vasos plásticos transparentes, las deja encima de la mesa y se retira sin siquiera dar una sonrisa, lo miro extrañado y de inmediato comienzo a servir el alcohol en los vasitos plásticos.
 Analizo al chiquillo: El joven resultó ser evangélico, lo noté porque tenía una chapita de metal que lo decía. Además, llevaba puesto un terno color gris acompañado de una corbata negra, una camisa blanca y unos zapatos tan brillantes que llegaban a encandilar la vista. Se veía horrible la verdad. Pésimo gusto. Además tenía otro problema junto a él, su cara estaba llena de espinillas rojas y negras que lo hacían parecer una pizza de tomates y aceitunas recién hecha. A pesar de eso, se veía que era un buen chico. Se le notaba un muchachito responsable y muy seguidor de sus valores tanto como de su religión.

- Toma hijo, sírvete - Que no quiero señor ya le dije – le responde el chiquillo

- A ver huevoncito – lo agarro firme del cuello – vas a tomar si o sí, ¿okey? Na’ con mariconadas acá.

 El joven estaba asustado, se le notaba en el rostro. Yo caché como miraba hacia los lados buscando alguien a quien pedirle ayuda, claramente nadie lo iba a ayudar, todos estaban metidos en el póker, las mujeres, la cerveza y en fin, en ellos mismos. Todos en este puto lugar se amaban a ellos mismos por completo. Yo también me amo, y en demasía, más todavía en este momento cuando siento que el chiquillo me debe estar tomando como un loco o un demente al que hay que encerrar en un loquero. Que bien me estoy sintiendo, no podría existir un mejor perfil que el que hace uno mismo.

- Toma muchacho – le entrego el vaso de cerveza mientras le voy soltando el cuello con suavidad– a la cuenta de tres nos tiramos los vasos para atrás, ¿dale?

- Si señor, lo que usted diga.

- Uno, dos, ¡tres!

 Me eché la fría cerveza por la boca y sentí como caía helada y profunda hacia mi estómago, no hay nada mejor que beber alcohol. Ni las mujeres te entregan esa sensación. Nada en el mundo se compara con tomarse un vaso de cerveza fría y acabar con las rabietas de mierda que nos provoca el sucio mundo. Acabar con todos esos malestares que nos cagan el día. Asimismo como se lo había acabado de cagar al chiquillo que tímidamente me acompañaba. Ahí estaba el pobre con la cara destruida, bebiendo a pequeños sorbos donde seguro el alcohol le rebotaba con enojo por las murallas de su garganta. Me imagino lo que debe haber estado pensando, de seguro sentía que después de esto se iba a morir o qué sé yo. Estos evangélicos deben ser más cuáticos que la cresta, pero a mi no me importaba mucho, yo me estaba riendo a carcajadas, este joven estaba representando lo más gracioso que había visto en toda mi asquerosa vida.

- ¿Cómo estaba eso mi amigo? – le dije.

- Bien señor – dije tragando el último sorbo – bastante helada, no acostumbro a esto…

- Y ustedes entonces qué toman, ¿té caliente todo el día, no se divierten acaso?

- Bueno, nosotros tomamos... Lo interrumpo.

- Y dime, ¿te corrís la paja? La cerveza sale volando de la boca del chiquillo y en el mismo instante me mira a los ojos y me dice con incomodidad:

- ¡¿Qué dijo?!

- Eso po, tal cual, si es que te corres la paja…

- Pero señor, ¿cómo me pregunta eso?... y más encima acá, en un lugar público

- Ah cabro culeado mamón, no pasa nada, si la masturbación es una huevada natural po… Para que tú sepas, la masturbación alimenta y nutre las almas de los hombres. A falta de una mina la mano es lejos la mejor compañera que puede existir. Pregúntale a la mía nomás. Mira lo arrugada que está, y no es por lo años… Mira, tócala… Le pongo la mano cerca y se aleja como si esta fuera lo más asqueroso que el evangélico había visto en su vida… Sigo con el tema.

- ¿y?, espero una respuesta po, ¿te la corrís o no?

- No señor, no hago esas cosas – respondió en seco el muchachuelo.

- Puta que erís hueco flaco culeado. No puedo creer que seai tan caído de la teja… Tenemos que solucionar esta huevada inmediatamente… ¡Marisol!, ¿podís venir?

 Marisol era la hija del dueño del bar y todo el mundo sabía que era media puta pa’ sus cosas menos su padre. Tenía un historial largo y una experiencia admirable para una joven de 20 años.

- Hola don Carlos, ¿cómo le va?

- Bien mijita, ¿y usted cómo ha pasado?

- Bien, súper bien don Carlos. Gracias a dios todos en el local hemos pasado alentaditos y sanos… Trabajando duro como siempre nomás, no queda otra – me dice sonriendo acogedoramente. La noto media rara y le tiro una directa.

- Puta que estay cartucha pa’ tus huevadas, ¿te acabas de dar cuenta de lo que me dijiste? Marisol se ríe y se acerca suavemente a mi oído.

- Es que anda mi taita dando vueltas por acá, entonces no puedo andar tan de loca po don Carlitos.

- Ya te entiendo oh… pero hoy quiero que me hagas un favor y hay plata de por medio… Marisol que ya andaba en otra – porque es tan re desconcentrada – centra su atención inmediatamente en mí. Aproveché la situación y le agarré de la cintura, me acerqué a su oído y le dije:

- Échale una pajita a este flaco porfa, míralo… Pobre huevón, es un pobre huevón. Juro que le vas a hacer el día feliz. Cuando terminís venís pa acá nomás y yo te pago todo lo que le cobrís, ¿estamos?

 Se aleja un poco. Vuelve a su posición inicial. Piensa. Analiza al muchacho y luego me dirige la palabra:

- Ya po, trato hecho. Hay una pieza acá atrás donde seguro nadie nos pillará, ni siquiera mi padre – me guiña el ojo. Nos damos las manos con Marisol y ahora le habla al joven:

- Venga pa’ acá mi amor, le aseguro que le va a gustar lo que le voy a hacer. Y claro que le va a gustar, si es tan re buena pal cabeza de haba la cabra re culeá’.

- Vaya nomás mijo – le dije – con confianza, la cabra sabe lo que hace.

 El chiquillo iba con más nervios que la cresta afirmado del gancho de Marisol y cada un paso que daba me miraba para atrás. No sé muy bien si su cara expresaba alegría o temor. Al carajo, el muchachito lo iba a pasar bien y su día ya no iba a ser a tan malo.

 Por mi parte, me bebí lo último que le quedaba a la botella de cerveza del chiquillo, pesqué mis cosas y me mandé a cambiar. Nadie se cuenta de aquello, ni el mozo, ni el guardia, ni Marisol, ni su padre. Nadie en el lugar. Todos estaban en lo suyo. Que el póker, que las mujeres, que la cerveza y que ellos mismos. Cada idiota que estaba en el bar estaba en lo mismo. Todos eran robots menos yo. Yo andaba en otra. Yo volaba por los aires y vomitaba a cada instante lo peor de mis propias ansias. Insisto. Yo volaba. Solitario pero borracho, feliz y a la vez triste, como todo lo que nos ofrece este puto mundo en el que vivimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario