lunes, 11 de febrero de 2013

La Ligua

Entonces mientras avanzaba por la ruta 5 directo a Santiago, vi a las muchachitas que venden dulces en La Ligua moviendo sus plumillas de color blanco bajo el sol y me detuve a charlar con una de ellas que estaba más alejada que el resto. "¿Cuántos quiere?", me dijo. Yo la miré y sonreí, le metí un balazo en la frente y la escondí en el maletero del auto. Avancé unos kilometros más y me estacioné al lado de la carretera. Abrí el maletero, la saqué, la dejé tirada en el piso, al lado de unos arboles. Le bajé los calzones y le hice el amor cómo a nadie se lo había hecho, ella tenía los ojos abiertos y la cabeza reventada. Los sesos se le salían con el vaivén de la penetración. Yo seguía sonriendo, nunca había sonreído tanto. Terminé eyaculando en su interior (ya que es de imbéciles acabar afuera) y prendí un cigarrillo, el sol brillaba como nunca, los arboles se movían tranquilos y las hojas descansaban boca abajo en el pasto. Me senté adelante de la muchacha muerta y la miré un momento. Luego cerré los ojos y respiré profundo. El lugar era perfecto. Los abrí y ahí estaba frente a mí el héroe de la historia. Un tipo con barba y bigote. Ojos verdes y una gran narizota, llevaba un gorro a lo vaquero y una pistola pequeñita, no me dijo nada, me disparó y yo grité de dolor. Luego de eso me robó el cigarrillo y lo empezó a fumar lentamente. Mis sentidos estaban muertos, no podía mover ni una parte de mi cuerpo. Sin embargo, aun podía observarlo todo. Así fue como mientras mi alma se iba suspendiendo por el aire, me fui percatando de a poco que me estaba muriendo. Estuve tranquilo, no había nada de que asustarse. Me sentía cómo una cámara de vídeo que agarrada de un globo con helio, iba grabando todo lo que sucedía ahí abajo. Así mismo vi cómo el vaquero me observaba parado en la superficie. Sabía que me iba yendo en esa dirección. Luego vi como llegaron a su lado dos patrullas de carabineros, unos que recogieron a la muchacha y otros que se la follaron al igual que yo. El vaquero ahora también estaba muerto, pero no lo vi subiendo por la misma dirección en la que iba yo. Algunos tiene un camino distinto por donde irse. ¿Quién sabe si fui yo el afortunado?

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